Ayer estaba dando vueltas en la cama pensando en muchos temas pendientes de la oficina que no se me iban de la cabeza. Por más que intentaba, me resultaba imposible dejar de pensar en ellos y dormirme plácidamente. Probé a hacer una sesión de relajación, intenté pensar en como construir la casa de mis sueños y me puse contar corderitos para escapar de mis pensamientos pero no había forma. Los mismos problemas de trabajo me venían una y otra vez a la mente como riéndose de mis ingenuos trucos de despiste. No había forma de dar esquinazo a esos recalcitrantes pensamientos.
En uno de esos callejones que me metí por desesperación, me vino a la cabeza una anécdota de un libro que leí recientemente. Una mujer que aparentemente se encuentra bien va al médico por un problema banal. El doctor le da la noticia que le quedan 24 horas de vida. Lo mejor que puede hacer, dice el doctor, es irse a casa e intentar disfrutar al máximo lo que le queda de la existencia que conoce. En el libro, la mujer trata por todos los medios de hacer el amor con su perezoso marido que sólo piensa en dormir.
¿Y si me dicen que me voy a morir en 24 horas? ¿Qué haría? Giré la cabeza para ver a mi mujer durmiendo plácidamente a mi vera y una mirada maliciosa se dibujó en mi cara. Pero valoré que era cruel sacarla de su estado de dulce reposo a las 4 a.m., aunque fuera para otro dulce placer, sabiendo que tenía que levantarse un par de horas más tarde.
Pasados estos instantes de ilusiones eróticas, me sentí muy relajado pensando que lo que más me apetecía ahora era descansar un poco, si no dentro de 24 horas iba a llegar "muerto" a la hora de mi muerte. Tenía que estar en forma y con ánimos para cuando llegara el momento. Además, no podía perder el tiempo dándole vueltas a esos asuntos que me volvían loco de la oficina que finalmente no eran tan importantes. De todas maneras, a mi ya no me iban a afectar y tras mi funeral alguien se encargaría de resolverlos.
Las ideas se iban haciendo cada vez más difusas y entremezcladas. Las preocupaciones se habían perdido en el laberinto de callejones de la mente. Suavemente mi cuerpo se fue desvaneciendo en las profundidades de la consciencia.
Que bueno es pensar que a uno sólo le quedan 24 horas de preocupaciones, eso si es vivir...