domingo, 3 de noviembre de 2013

LA MUJER DE OTOÑO (1ª Parte)

Voy por el bosque. Las hojas caen de los árboles dejando un manto cobrizo cubriendo el suelo. Veo una zanja llena de agua y, sumergida entre las hojas, se dibuja la silueta de una mujer. Me acerco corriendo y la agarro entre mis brazos. Noto que su cuerpo ya está frío y sin vida.

La saco del agua y lentamente abre los ojos. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro. No me dice nada, pero entiendo lo que me pide. Quiere que la ayude. No le queda mucho tiempo. Solo ha vuelto para despedirse de sus amigos, pero ambos sabemos que el tiempo apremia.

La acompaño a ver a su familia, a sus amigos. Ella no habla, y cuando encontramos a uno de sus seres queridos solo le abraza y le dedica una amplia sonrisa. Algunos lo entienden al ver su pálido rostro y solo la abrazan y la dicen adiós mientras una lágrima se desliza por sus caras felices y tristes a la vez.

Otros no lo entienden. Yo intento explicárselo pero se niegan a que eso sea real. Se desesperan, lloran, gritan y un llanto amargo les inunda el alma. Quieren decir cosas pero no pueden. Ella solo puede dedicarles un adiós con la mano mientras nos alejamos juntos y dejamos atrás la desesperación.

La tarde va pasando y ella se siente cada vez más débil. La tengo que ayudar a caminar. Hay que apresurarse.

Cuando el sol va cayendo lentamente ya nos hemos despedido de todos. Solo falta llevarla al bosque donde la encontré. Donde había una zanja ahora se levanta un montículo a modo de cama recubierto de hojas. La ayudo a recostarse mientras un hondo suspiro sale por su boca. Me mira una vez más, me sonríe y lentamente sus párpados se van cerrando...





lunes, 22 de julio de 2013

EL DESEO DEL EMPERADOR



Cuenta la leyenda que en 1523, el emperador Carlos V, autorizó la construcción de la nueva catedral sobre la mezquita ya en desuso.

Pasados tres años, las obras habían finalizado y el
Emperador emprendió viaje para la inauguración con la primera misa. Al llegar, todo estaba preparado, y un pasillo de pétalos de rosas se extendían hasta la entrada.

Al llegar el cortejo a la entrada, el Emperador se quedó parado y una profunda tristeza invadió su corazón. Y exclamó:

"Si hubiese visto esta mezquita de Córdoba antes, nunca hubiese autorizado la construcción de la catedral. Solo unos hombres con verdadera fe son capaces de construir algo tan bello."

sábado, 29 de junio de 2013

UNA CARTA EN EL OLVIDO

En su 50 cumpleaños, no sabe muy bien porqué, se acordó. Tal vez fue la tarjeta de felicitación de sus hijas o el aséptico beso de su esposo lo que le hizo saltar cuarenta años hacia atrás. De repente se vio en la escuela, sentada en su pupitre y apoyada sobre su brazo derecho, contemplando los preciosos rizos dorados de Anita. Un escalofrío le subió por toda la espalda, volviéndole a bajar por su pecho en un breve instante interminable para entrar por su ombligo y alojarse en sus entrañas. 
- ¿Te pasa algo mamá?
- No, nada. Debe ser la menopausia. Ya sabes hija, a estas edades...
Anita había estado toda la tarde en el patio de la casa escribiendo la carta. Al día siguiente era el cumpleaños de Susana, cumplía 10 años, y Anita quería regalarle una carta donde le contaba lo mucho que la quería, todo lo que la admiraba y lo feliz que se sentía por tener una amiga como ella. Por la mañana, al salir de la escuela, había comprado un sobre rosa, con su papel a juego, con los centavos de la vuelta del pan que le dio su mamá por haberse portado muy bien esa semana.

La carta ya estaba acabada, solo le falta releerla una vez más para meterla en el sobre antes de guardarla en la cartera. Anita se levantó toda feliz por haber terminado su obra y se fue corriendo al baño para hacer ese pis que llevaba tanto tiempo aguantando.

- ¿Qué estará ahora haciendo esta niña? preguntó de forma retórica la mamá de Anita a su hermana al ver la carta rosa sobre la mesa del patio.

Anita se quedó congelada al oír por la ventana del baño como su madre y su tía entraban en el patio. Ella quería haber gritado a su mamá que no se le ocurriera leer la carta pero su garganta se quedó seca y ningún sonido pudo salir de ella. Al cabo de unos interminables segundos oyó la risa de su madre diciendo;
- Mira que cosas tiene esta niña. Es una carta  muy tierna para su amigita Susana.
- Uy... que bonito. Si parece de fresa y todo. - Respondió la tía de Anita en un ligero todo burlón.
Unos lagrimones recorrían ya la cara de Anita. No sabía si era rabia, vergüenza u odio hacia su madre pero solo quería que todo desapareciese en ese instante.

Al día siguiente, todas las niñas felicitaron a Susana por su cumpleaños. Todas menos Anita, que había roto la carta y la había tirado al río que pasaba cerca de la escuela para que nadie pudiera encontrarla jamás.

A sus 50 años, Susana todavía se pregunta por qué desde ese día perdió a su mejor amiga de la escuela.

sábado, 25 de mayo de 2013

EL PECADO DE LOS DIOSES


“Reza a los dioses, que ellos resolverán tus problemas”, “Si alabas a los dioses, te salvarás”, “Ve al templo y adora a los dioses para que te llenen de bendiciones”, “si proclamas su grandeza, los dioses te perdonarán”… Josué llevaba toda la vida escuchando estos consejos. Y la verdad no le había ido mal. Los dioses habían escuchado sus plegarias y le habían colmado de bendiciones. Él sabía que si alababa a los dioses con fervor, estos le seguirían concediendo sus deseos.

Una mañana soleada, Josué se dirigía al templo con expectación. El sacerdote había pedido unos días antes que toda la aldea se reuniera esa mañana en el templo para oír una gran noticia que quería anunciar. Al entrar, un enjambre de murmullos llenaba el espacio del templo. Había mil teorías sobre lo que el sacerdote iba a anunciar. De repente, se hizo el silencio.

“Hoy es un día importante” – dijo el sacerdote después de haberse colocado en su lugar. “A llegado a oídos de mis superiores, la ferviente fe que uno de nuestros hermanos ….. por lo que han decidido nombrarle Hijo Predilecto de la región.”
Por un momento parecía que a todo el mundo se le había olvidado respirar. Solo se oía el canto de las chicharras al exterior del templo.

“Josué, acércate para recibir la condecoración merecida”. Una gran exclamación salió de la boca de todos los fieles reunidos.

La ceremonia duró un rato largo durante la que Josué recibió toda clase de bendiciones.

Durante todo el día, Josué no paró de recibir felicitaciones. No podía dar dos pasos por la calle sin que algún vecino se acercara para felicitarle. Durante una semana, Josué se sintió el hombre más feliz de la tierra. La gente, cuando le veía pasar, se apartaba con discreción o se le acercaba humildemente para pedirle su bendición, como si el nuevo nombramiento le hubiese concedido un estatus especial.

Al caer la noche del séptimo día, Josué se fue a acostar mientras rememoraba las alabanzas recibidas en esos días. No tardó en caer en un profundo sueño. A mitad de la noche, Josué se despertó de un sobresalto. Se encontraba en un sitio desconocido rodeado de los dioses que le miraban con severidad.

“Josué, has hecho una buena labor durante muchos años enalteciendo nuestra grandeza. Te hemos premiado por tu devoción, y has recibido como compensación todo lo que nos has pedido. Pero, desde que recibiste la condecoración, no has parado de vanagloriarte.”

Al día siguiente Josué se levantó furioso. Llevaba años alabando a los dioses y cantando sus grandezas y estos, a cambio, no le permitían ni un solo día de gloria personal. Ese día decidió no ir al templo ni rezarles una sola vez. Por la noche se acostó con rabia y malhumorado. Los dioses se le volvieron a aparecer en sueños y le dijeron:

“Josué, no puedes continuar con esa actitud. No puedes seguir buscando la alabanza de los hombres. Eso es un pecado grave y se llama vanidad.”

Josué les respondió. “¿Cómo me podéis pedir eso? ¿Por qué no me dejáis disfrutar un solo día del placer de la vanagloria? ¿Acaso no nos pedís a los humanos que os alabemos y os glorifiquemos para que nos concedáis bendiciones? ¿No es eso lo mismo?”
Los dioses enfurecieron por la insolencia de Josué y desaparecieron.

A la mañana siguiente, todo el pueblo acudió al entierro de Josué preguntándose como era posible que hubiera sucedido esa desgracia. 

martes, 8 de enero de 2013

¿A QUÉ ESPERAS?


Hace 1.000 años el señor feudal mataba, robaba y violaba en impunidad.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 500 años existía la esclavitud.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 250 años Europa vivía en la miseria.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 125 años las mujeres no podían votar.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 75 años África vivía bajo el colonialismo.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 50 años ni se hablaba del comercio justo.
     Y no se podía hacer nada.
Hace 25 años nadie reciclaba.
     Y no se podía hacer nada.

¿Y ahora? ¿Porqué dices que no se puede hacer nada?

sábado, 5 de enero de 2013

LA VIEJA SABIDURÍA



Tan solo llevaba 3 semanas en Costa de Marfil. Era su primera vez en África y cada día descubría algo nuevo. Le mandaron a un poblado cerca de la frontera con Liberia para preparar el proyecto. Según le explicaron, la tradición mandaba que lo primero que tenía que hacer al llegar era buscar al jefe del poblado y presentarle sus respetos. Al llegar a las primeras chozas vio una anciana sentada en la puerta de su vivienda.

Pedro se bajó del todoterreno y con sus mejores formas se acercó a la anciana:

“Disculpe señora, ¿Podría indicarme donde vive el jefe del pueblo?”

Una expresión oscura se cernió sobre la cara de la mujer y con rabia espetó:

“¿Señora… señora... como te atreves? ¡¡¡Llámame VIEJA, que ya tengo edad suficiente para que me trates con respeto!!!

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Un día para disfrutar by James Cauhape is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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