miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL CUMPLEAÑOS DE ROSITA. Fernando Galich (1955)


- ¡Feliz cumpleaños Rosita! – dije-, vine a tu fiesta, porque Rodolfo me dijo que nos invitaste y quedamos de juntarnos aquí.
-Qué raro –contestó ella-, porque yo no le dije nada. Además él no ha venido.
- ¡Oh, que pena, Rosita!, ¿de veras no nos invitaste a tu fiesta de 15 años? –pregunté-.
- Pues fíjate que no...
- Entonces, estoy aquí en tu fiesta de colado... así que mejor me voy.
- Bueno, no es para tanto puedes quedarte, -dijo Rosita amablemente-.
- Pero me da mucha pena, porque yo quería bailar contigo… pero no sé si tú me lo permites.
- Bueno, pero sólo una, porque no tarda en venir mi novio.

Pasado un rato, dije,
- Rosita...  ¡estoy feliz, porque ya bailamos tres y tu novio ya no vino!. Tomemos un fresco de súchiles, que está muy sabroso.
- Bueno la verdad, la verdad… no tengo novio, pero tú si tienes novia y es mi amiga en el colegio.
- Entonces... ¿me puedo abonar contigo para bailar hasta que termine tu fiesta? -pregunté esperando un sí por respuesta-.
- No Fernando, mejor te vas, que no quiero líos. Y sin más me dijo ADIOS…


Les dije a los dos amigos que me acompañaban: - Carlos, Chato, ¡vámonos! Porque Rosita dice que no quiere líos con su amiga del colegio que es mi novia-.


- ¡Hala vos…!!!! –exclamaron-, esto está realegre, quedémonos…

- No!, vámonos, además ya es tarde, mi mamá me va a regañar, ya son las once de la noche y no me dio llave. Además, Rodolfo me jugó una mala broma. Rosita no me invitó... ¡le voy a reclamar!.

Así fue como Rosita me sacó de la fiesta, sólo porque tenía novia.
Salí de su casa muy triste, con dos lágrimas en mis ojos porque Rosita era muy bonita, alegre y... y porque yo pensé que… que podíamos… ser buenos amigos.

Y así fue como terminó mi amistad con Rosita. Ella no me volvió hablar y yo nunca supe por qué.




Fernando Galich

Agosto 2012.


(Los nombres usados en este cuento son ficticios)

domingo, 18 de noviembre de 2012

EL PODER DEL CORAZÓN


Sonó el gong que indicaba el final de la meditación en el monasterio budista de Calcuta. Cuando Pedro se disponía a salir de la sala, Dipa Ma, la maestra de meditación, le hizo una señal para que se acercara:

-   “Pedro, percibo tristeza en tu mirada” le dijo Dipa Ma
-  “Sí maestra – dijo Pedro – últimamente mi madre y yo nos llevamos mal y ella está muy enfadada porque estoy aquí. Hoy he recibido una carta de ella diciendo que prefería verme en el infierno que en un monasterio budista. Eso me ha puesto furioso y muy triste al mismo tiempo.”

La maestra se retiró un instante a su celda y volvió con 10 rupias en la mano, algo realmente valioso para una mujer que vivía de una forma tan sencilla en Calcuta.

-   “Pedro, no respondas desde tu furia. Responde desde el fondo de tu corazón. Toma y hazle un regalo a tu madre.”

Un año más tarde, la madre de Pedro viajaba al monasterio de Calcuta para visitar a su hijo.

domingo, 30 de septiembre de 2012

ESCUCHA (Microcuento)

- ¡¡¡Hombre, hola!!! ¡Cuanto tiempo sin verte! ¿Que tal estás?
- Regular.
- ¡Que bien, me alegro! Yo también estoy bien. ¿Y que tal...

sábado, 25 de agosto de 2012

EL CAMBIO VENDRÁ POR LOS VALORES


La confrontación de intereses entre los seres humanos ha hecho que la convivencia en sociedad no haya sido nunca una tarea sencilla. Desde tiempos inmemorables cualquier organización social ha procurado establecer una serie de normas para mejorar la convivencia. Tanto los primitivos clanes familiares como las actuales organizaciones a nivel planetario han buscado desarrollar de forma más o menos acertada estas normas.

Pero la realidad es que tarde o temprano estas normas han demostrado no ser suficientes para la consecución del objetivo para las que fueron creadas. Deberíamos entonces preguntarnos ¿qué es lo que estamos haciendo mal?

La razón principal de la obsolescencia de las normas podríamos encontrarla en la falta de implicación en su elaboración de las personas afectadas por las misma (stakeholders*). Si los stakeholders no están involucradas en la elaboración de una norma, difícilmente se podrán identificar con la misma. Podrán acatarla, tal vez por compromiso social, por miedo u otras razones pero en cuanto la norma se vuelva una carga y haya oportunidad de burlarla sin consecuencias, esta será quebrantada por alguno de los miembros del grupo.

Para solventar este problema los griegos inventaron la democracia. Si bien este sistema ha sido un importante progreso en la construcción de nuestras sociedades, no ha logrado una implicación real de los stakeholders. En algunos casos, como los griegos, sencillamente porque la democracia era excluyente de parte o de la mayoría de estos. En otros, como las sociedades occidentales actuales, porque la democracia es representativa y no participativa de las decisiones reales. Esta se limita a la elección cada cierto número de años de unos representantes que por ende, en la mayoría de los casos, no dejan de ser perfectos desconocidos. Representantes que se les vota por simpatía o afinidad teórica a unos programas electorales que, además de no ser realmente conocidos por los votantes, son en numerosas ocasiones incumplidos.

Salir de esta encrucijada parece realmente complejo, pero no imposible. También parecía una empresa inalcanzable abolir la esclavitud o el voto femenino, pero se lograron gracias al esfuerzo de visionarios que no perdieron la esperanza y la fe en alcanzar su meta.

A finales del S. XX, una eurodiputada italiana declaraba en un curso de cooperación y desarrollo que si bien la democracia no era perfecta, era el mejor de los sistemas posibles. El avance tecnológico nos da una oportunidad desconocida hasta la fecha. Como se está demostrando en los albores de la segunda década del S. XXI, las consultas y las participaciones ciudadanas de forma rápida, eficaz y eficiente son perfectamente posibles. Hoy en día, en que gran parte de las operaciones bancarias y gestiones administrativas se hacen de forma segura e inmediata de forma telemática (vía Internet), nada impide organizar la participación ciudadana de la misma forma. Es solo una cuestión de voluntad política.

Pero todo este cambio revolucionario que supone una refundación de todo el sistema político-social actual, también se verá pervertido por algunas situaciones imprevistas. Tarde o temprano aparecerán las fallas del sistema que harán replantearse nuevamente el nuevo sistema y buscar soluciones acordes con los tiempos que vendrán.

Al final, solo habrá un camino que conduzca a un cambio verdadero en la sociedad. Ese camino no vendrá en ningún caso dirigido desde arriba, sino tendrá que venir imperativamente desde el mismo seno de la sociedad. Y el camino pasa por el desarrollo en valores. El desarrollo en valores de todos los miembros de la sociedad será lo que realmente de solidez a los cambios estructurales de la misma.

Estos valores pueden ser inspirados por la espiritualidad o por la ética de cada individuo, pueden tener enfoques diferentes dependiendo de la experiencia vital y en entorno de cada uno. Pero tienen como eje común el respecto mutuo y el convencimiento de que el beneficio del otro, en el sentido más amplio de la palabra, es mi propio beneficio. La buena voluntad sincera, nacida del interior de las personas será lo que poco a poco transforme nuestra sociedad.

Feliz día…

* Stakeholders o actores son términos que se utilizan para designar grupos de interés. Personas que son influidas por las acciones de una organización o que afectan y pueden verse afectadas por ésta (Freeman 1984). Aquí lo usaremos refiriéndonos a todo el grupo de personas que se ve involucrado en el cumplimiento de una norma. 

lunes, 23 de julio de 2012

HACIA UN NUEVO PARADIGMA


A finales de los años 60, cuando el crecimiento económico mundial empezaba a pisar el acelerador y el modelo capitalista parecía convertirse en el paradigma del desarrollo, un movimiento inconformista e imparable empezaba a fraguarse en nuestro civilización.

La mayoría de las antiguas colonias de África alcanzaban o estaban a punto de alcanzar su independencia. Grupos de ciudadanos, alzaban sus voces en señal de alarma y avisaban del final insostenible del camino por donde nos estaba llevando este modelo: Nacían las grandes ONG de ayuda humanitaria, de desarrollo, ecologistas o de lucha por los derechos humanos.

Paralelamente, otros ciudadanos con conciencia, se daban cuenta como sus ahorros eran depositados en grandes fondos de inversión y empleados para financiar guerras e injusticias. Los primeros fondos “éticos” veían la luz. Estos se aseguraban no financiar armamento ni sistemas injustos como el Apartheid de Sudáfrica.

Los siguientes años fueron cada vez más divergentes. Mientras que el neoliberalismo con Margaret Thatcher y Ronald Reagan a la cabeza hacía furor, la brecha entre ricos y pobres iba creciendo cada más rápido. Pero el “otro” movimiento también crecía. Las dictaduras latinoamericanas caían una tras otra, las ONG ya no eran un puñado de hippies iluminados, el muro de Berlín caía y Naciones Unidas, gracias a los aportes de grandes economistas como Amartya Sen, reconocía que el hambre no es un problema de falta de alimentos, sino un problema político.

A principios del S. XXI, la hoya del modelo actual no aguantaba más la presión y estallaba. Una hecatombe económica sin precedentes arrastraba todo occidente. “Los Mercados” intentaban sacar beneficio de este río revuelto y dejaban a los que creían tenerlo todo controlado totalmente desorientados.

Millones de personas por todo el mundo dijeron “basta ya”. Pero, y ahora, ¿qué hacemos?...

Y ahora, de repente, los ciudadanos se daban cuenta que sí se podía. Se daban cuenta que ellos mismo eran “los mercados”, que ellos mismos eran “las grandes empresas”, que ellos mismos eran los que decidían. Y decidían porque eran la base de ese sistema de consumo capitalista desenfrenado. Ellos eran los consumidores.
Millones de personas en todo el mundo han empezado a cambiar su consumo. Han decidido consumir menos, consumir con garantías de origen, de producción justa y productos más ecológicos. Han decidido trabajar en empresas sostenibles, comprar en tiendas más responsables o invertir su ahorros en bancos y fondos éticos.

Tenemos la posibilidad (y la obligación moral) de crear el nuevo modelo. Seamos partícipes de ese nuevo paradigma.

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